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Los ataques o crisis de pánico son crisis que generan gran angustia, y que en algunos casos se presentan con sensación de muerte inminente o bien con temor a salir (agorafobia) a lugares concurridos por miedo a que pueda suceder algo (perder el control), y que no haya alguien para ayudarlo(a). Así una persona puede comenzar a aislarse o bien tener conductas que limitan su vida cotidiana como por ejemplo no poder tomar el metro para desplazarse por la ciudad o bien dejar de conducir, etc.
Estas crisis se dan en el 5% de la población y un número importante de casos se registra en mujeres a partir de la adolescencia. Estos ataques aparecen sin que la persona tenga clara conciencia de que algo está pasando en su vida y que finalmente va a gatillar estos eventos.
Los síntomas: Principalmente hay dos tipos de síntomas, los que corresponden a sensaciones neurovegetativas y aquellos que son de índole emocional.
Neurovegetativos:
Emocionales:
Estos síntomas además pueden ir acompañado de excesivas palpitaciones del corazón (taquicardia), opresión en el pecho, falta de aire, ahogo, etc.
Todos estos síntomas físicos, son reales y la persona los vive con mucho temor sobre todo a morir, generando ansiedad anticipatoria, es decir un estado de preocupación casi permanente por temor a que la crisis vuelva a ocurrir, y por lo tanto evita todo aquello que es asociado como posible causante del ataque.
Para la persona que vivencia esta crisis, la angustia y el temor son muy intensos e incontrolables y necesita que sea atendido inmediatamente, pues el evento puede ser paralizador. Si bien la crisis no durará más allá de 15 a 20 minutos, la angustia y temor que genera, hace que quien lo vive, entre en un círculo del que es muy difícil salir. Por un lado está la experiencia vivida, y por otro, el miedo a que le vuelva a ocurrir asociando así por ejemplo, “salir”, como causante del ataque, por lo que evitará hacerlo.
¿Por qué es importante tratar eficaz y prontamente estos ataques o crisis? Porque si no son tratados, cada nuevo ataque o evento de crisis va a ser mayor que el anterior, dejando a la persona casi imposibilitada de actuar, de tomar el control de lo que le pasa.
Aquí resulta muy importante para la remisión de los síntomas, iniciar un proceso psicológico, en el cual la persona pueda aprender cómo controlar los síntomas (sobre todo en el primer momento del proceso terapéutico) y comprender cuáles y cómo son los mecanismos personales que lo están llevando a generar estas crisis.
Todos los problemas psicológicos tienen a la base, la acumulación de vivencias anteriores que no encuentran coherencia entre como nos sentimos y lo que pensamos, de modo que se genera una cierta dicotomía entre las explicaciones racionales y el sentimiento generado de las vivencias.
Se ha encontrado en la clínica que muchos de estos ataques o crisis de pánico tienen una raíz relacional, ya sea con la pareja, en el trabajo o bien familiar. De modo que insatisfacciones de diversa índole que se dan a la interior de la relación, cualquiera que esta sea, pueden generar en algunas personas ataques o crisis de pánico, y que veladamente, en algunos casos, nos muestran procesos depresivos en gestación.
Más allá de los distintos estudios que puedan existir al respecto, en los cuales se plantea si el tratamiento debe ser medicamentoso o no, la raíz del problema siempre es relacional de modo que debe ser tratado con terapia. Una persona puede optar por ir al psiquiatra, quien le recetará una serie de medicamentos ansiolíticos y reguladores del sueño, que evidentemente bajarán los niveles de alerta y de ansiedad y la persona evidenciará menos síntomas, pero la base del problema aún persiste, no se ha hecho nada con ello, por lo que se recomienda un proceso terapéutico que logre hacer coherente las experiencias vividas.
Algunas claves:
Es importante aclarar que esta problemática, así como otras complicaciones psicológicas que nos puedan pasar, no son signos de que "nos estanos volviendo locos" sino que que son signos de qué algo está sucediendo en nuestras vidas que no hemos sido capaces de integrar y que ahora nos están pasando la cuenta. Lo importante es tomar el control y buscar los caminos o espacios que sean necesarios para hacernos cargo y encontrar nuevamente el equilibrio de nuestra historia, de cada nararrativa personal. Esto es posible, solo depende de cada uno.
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